Associação de Direito de Família e das Sucessões

LO MEJOR DE MÍ

Por Marcella Bisetto [1], publicado originalmente en El Pucara

Después de años ensayando, decidi finalmente volver a hacer sesiones de terapia. Todos necesitamos un soporte psicológico… La vida es compleja. Somos complejos. Nuestras relaciones son complejas. Nada mejor que una mirada entrenada, imparcial y profesional para ayudarnos a entender e incorporar mejor los diversos papeles que desempeñamos a diario (madre, esposa, hija, hermana, amiga …).

Así, estoy sentada en el sillón frente a la terapeuta para una primera sesión. Ella me oye, me cuestiona, me contesta, me acoge y dice que necesitaremos volver en el tiempo para entender muchas de mis acciones actuales. Muchas de ellas están relacionadas, claro, a mi infancia …

En este preciso momento siento un frío en la espina, y pienso en la enorme responsabilidad que nosotros, madres y padres, tenemos en relación a nuestros hijos.

Es principalmente en la infancia que el carácter comienza a ser moldeado. Muchas acciones y reacciones que nuestros hijos tendrán a lo largo de la vida serán reflejo de vivencias del pasado, en un período en que estábamos al mando.

Por supuesto, sería muy simplista atribuir la culpa de todos los defectos que tenemos a los errores de nuestros padres. Las madres y los padres se equivocan, pero se equivocan tratando de acertar. Tal vez una reprimenda haya sido más exacerbada, un tono de voz ha sido más alto y enérgico que lo necesario, pero todos somos humanos y sujetos a fallas, a veces voluntarias, a veces involuntarias. Inevitable que nuestros hijos sean reflejos de nuestros errores, así como también lo son de nuestros aciertos.

Si pudiera retratar en un dibujo la escena que ahora describo, habría ciertamente un peso gigante aplanando mi cabeza. El peso de la responsabilidad. El peso de la culpa. El peso de la preocupación.

¿Cuántos «no te ensucies» que he dicho pueden hacer a mis hijas maniacas por limpieza? ¿Cuántos «baja la voz» podrán hacer mis hijas tímidas e inseguras? ¿Cuántos «con quién  piensas que está hablando» podrán hacer que mis hijas sean madres autoritarias? ¿Cuántas «mamá, no me estás prestando atención» – mientras me fijo en un último mensaje en el móvil -, se volverán contra mí? ¿Cuántas palabras y actitudes mías van a reverberar en el inconsciente de mis niñas para siempre?

En mi cabeza rondan preguntas y más preguntas. Y el miedo. Mucho miedo. Miedo de errar como madre.

Al mismo tiempo, mientras la terapeuta finaliza la sesión, miro hacia al lado, y reconozco mis angustias, dudas e incertidumbres dejadas en el suelo. Estoy más aliviada. Sólo puedo pensar que fue certera la decisión de buscar a mi interlocutora, que ahora me mira entre las gafas de aro redondo, diciendo un «hasta la semana que viene!». Sólo puedo pensar que ese rostro me será muy familiar por los próximos meses, y quizás años. Sólo puedo pensar que estoy empezando a recorrer el camino correcto para el autoconocimiento y para el enriquecimiento y el equilibrio de mis relaciones interpersonales.

Y allá adelante, cuando mis hijas se vuelven grandes mujeres (porque yo sé que lo serán), reconoceré mucho de mí en ellas. No es casualidad que ser madre es revivir la propia vida, pero en el cuerpo y alma de alguien que salió de dentro de ti. Hay mucho de nosotras en nuestros hijos. Que sea siempre la mejor parte.


[1] Brasileña, vive en San Pablo, Brasil. Es abogada, escritora, presentadora de radio, podcaster y nuestra columnista en la Sección Universo Femenino. También es creadora del blog Mami aos 43 (http://mamiaos43.com.br/), y de la pagina @una_mama_de_brasil, en Instagram.

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